Estamos de fiesta*

Un estruendo de cuetes ha invadido los oídos de toda la población, están anunciando que ya es cinco de febrero y después de ello las campanas repican, ondeando su llamado por todo el aire del noreste de Guanajuato, lugar en donde se encuentra ubicada la población de San José Iturbide,

Hoy, los iturbidenses nos despertamos más temprano de lo que acostumbramos, es día de fiesta, celebramos la imagen más milagrosa con que cuenta nuestra parroquia y de la cual se dicen muchas cosas, e incluso es motivo de relatos y leyendas, recuerdo muy bien, cuando niño se decía que la imagen del Señor del Santo Entierro, era una imagen de carne y hueso real y que cuando uno acudía a rezar a solas con él en su capilla ubicada en la parte sur de la cruz que forma el majestuoso templo, abría los ojos y seguía a uno con atención. Esto a algunos causaba miedo, pero a la gran mayoría fue causa de respeto y hoy cinco de febrero estamos de fiesta celebrando esta sagrada y querida imagen de los iturbidenses que a ciencia cierta no se sabe de su origen pero en torno a ello, hay muchos relatos, la mayoría alimentados por la imaginación popular, pero que han hecho de este hecho, una de las raíces más profundas en cuanto a la identidad iturbidense.

Hay quienes dicen que San José nació a partir de la fundación de la parroquia en 1754, sin embargo, hemos visto documentados diversos hallazgos arqueológicos, en los que se han encontrado diversos utensilios la mayoría de manufactura Chichimeca, también hemos escuchado que existen vestigios de capillas Jesuitas construidas a principios de 1700, e incluso en algunos relatos se cree que la imagen del señor del Santo Entierro data de antes de la fundación, lo cierto es que, hasta el día de hoy sigue siendo un misterio, pero lo que es más relevante es que San José Iturbide sigue celebrando la fiesta en honor de esta imagen y es más fuerte y arraigada que los cuetes, las danzas, las luces de los castillos y las campanas no han cesado ni un solo instante y sigue fulgurando la fiesta del cinco de febrero.

La banda de viento sigue entonando como desde hace muchos años, las mañanitas, las dianas mientras la danza sigue haciendo retumbar el suelo de esta población que rinde culto a la imagen milagrosa del Santo Entierro, cuyo primer registro de su existencia data de 1841, cuando en el libro de providencias diocesanas se consigna de la imagen que en el sitio central del presbiterio, a la derecha de San José y a la izquierda de la Purísima Concepción. También existen pedimentos de indulgencias para quien venere la imagen y fueron hechas al Obispo de Linares en Nuevo León Obispo auxiliar de la diócesis de México, a la que pertenecía San José Casas Viejas y otorgó 240 días de indulgencia.
El viento ha llegado, es febrero y como cada año, la gente sale de sus casas, va a misa y luego al jardín, los niños se encaprichan porque quieren estar viendo todo el rato a “los apaches” que son los danzantes. En el pasto de la plaza principal, las familias completas gozan de tacos de carnitas con unos chiles de vinagre. El sol sigue su marcha y el tiempo no se detiene, una vez más, la vida se escurre como un hilo de agua en el desierto, el sol pega más y el viento hace que las caras se cuarteen y se busquen ansiosas las sombras. Los niños se preguntan el por qué de la fiesta, el papá evita dar contestación, tal vez no conoce la respuesta, sabe que es la fiesta principal del pueblo, pero también sabe que hay dos motivos. En lo civil, es la fundación, que en realidad también tiene que ver con la fundación de la parroquia, y en lo religioso es la celebración del Señor del Santo Entierro. Las horas siguen su marcha, los cuetes han invadido el cielo azul y rebosante de este lugar mágico, el jolgorio de la fiesta esta en el viento, olores de antojitos mexicanos le dan el toque de provincia y comunidad, pero también el volar del ala delta que circunda la ciudad desde el aire, las competencias de coches arreglados y la espectacularidad de los anuncios le dan un aire de modernismo y consumismo que a veces nos hace olvidar el origen y la razón de estar aquí.

El jardín se sonoriza, los mariachis, los conjuntos norteños están cerca del kiosco a la espera de ser contratados para entonar una canción, algunos ya lo hacen y van dando vueltas por la plaza de piso rosado, que en otros tiempos fue el lugar de comercio y que hoy en día sigue conservando un fresco aroma.

La tarde va cayendo, los rostros empolvados dejan ver un poco de cansancio, mientras los rostros infantiles quieren seguir de pie, alrededor de la danza y de pronto dar brinquitos e incluso se animan a dar una vuelta en ella, pese a que los diablillos acechan. ¡Qué años aquellos! Podría recordar cualquiera que vivió los tiempos en que los juegos se ponían en frente de lo que hoy es el mercado y que por muchos años fue conocido como en frente de la Casa Colorada, una tienda de licores que duró muchos años y que a últimas fechas se convirtió en una mueblería, pero que recuerdos, ahí, en mero enfrente se ponía la rueda de la fortuna, ahí comenzó el noviazgo de mis padres. Cuántos recuerdos de años pasados, la ola que hoy en día ya es un juego mecánico que no existe como tal, los caballitos y los puestos de carnitas que hoy en día se siguen dando.

Pero volviendo al asunto del señor del Santo Entierro, recuerdo que en mi niñez gustaba de ir a su capilla y ver los milagros que se colgaban junto a dibujos de arte popular en donde se representaban los milagros y las obras hechas a favor de alguna persona, había uno que me llamaba la atención en especial y era un dibujo de una persona que se salvó de morir cuando estando en la labor del campo y estando lloviendo fue alcanzada por un rayo, también había dibujos de accidentes. Ya hace algún tiempo que no entro, pero creo que ya todo eso fue retirado y lástima porque es parte de la cultura local y de las creencias religiosas más arraigadas en nuestra población, ojala que algún día hagan una exposición de todos estos retablos y milagros, al igual que se pueda contar con una exposición de leyendas y relatos en torno a la imagen, por cierto a continuación les cuento una, creo que es la más famosa, sacada de los “Apuntes Históricos de San José Iturbide, Gto. Un texto del Pbro Salvador Medina que dice:

Cuentan que allá por las guerras de Independencia de 1810, una noche lluviosa y fría, llamó a la puerta del curato un forastero pidiendo por el amor de Dios hospedaje por aquella noche inclemente. El párroco, que no se sabe quién era pero de indudable corazón, no sólo mandó que de inmediato se le hiciera pasar a él y a sus cabalgaduras, y que se sentara a la mesa parroquial. Grata fue la sorpresa que forastero, párroco y gente de la casa tuvieron esa noche oyendo mil relatos fantásticos de labios del desconocido. Avanzada la noche se dispusieron a recogerse cada quien en su alcoba. Fueron tantos los cuidados y atenciones que recibió el forastero del señor cura y de sus sirvientes que dijo “Ganas me dan de quedarme en este lugar porque he encontrado un gran corazón en todos, cosa que ahorita no había encontrado en otros pueblos” partió el forastero y sus cabalgaduras, y todo se había olvidado hasta que días después se encontraron en el cuarto en donde se hospedaba a las visitas, una caja grande de madera. “Seguramente –dijo el señor cura- esta caja es del forastero de aquella noche. Ya se acordará y vendrá por ella”. Pasaron varios meses y hasta más de un año y el día de la fiesta del pueblo por estorbar aquella caja para las visitas, decidieron quitar la caja. “Bueno –dijo el señor cura- y qué tendrá adentro”- abrieron la caja y se encontraron con la muy hermosa imagen del Señor del Santo Entierro. Lo pusieron a veneración de los fieles y pronto tuvo el cariño de todos y se hacía alusión a las palabras del forastero “que había encontrado un gran corazón en todos y se había quedado”.

Motivo suficiente para que cada año acuda a nuestra parroquia el Señor Obispo de Querétaro y los miles de fieles de todas las comunidades se arremolinen para escuchar misa y tener la bendición del representante de Dios en estas tierras. Pero la fiesta no termina, existen más cosas que disfrutar este día, el castillo se prenderá por la noche y de nueva cuenta las campanas repicarán, mientras tanto les cuento otro relato en torno al Señor del Santo Entierro, este fue publicado en un folleto de 1975 por el Cura Filiberto Carrillo, el cual se nombró “Breve historia del pueblo” y a decir de Muñúzuri este relato “hace retroceder, sin fundamento, el origen de la imagen venerada hasta el mismo padre Izeta, primer sacerdote que tuvo la capilla de Casas Viejas”. Y arguye que como es costumbre el padre Carrillo no aporta datos sobre la fuente y para ser sacada del dicen que dijo que dijeron. A continuación les cuento el relato que al parecer sucedió entre 1756 a 1759:

Un día estando comiendo el Sr. Izeta, tocaron el zaguán; salió el mozo y vio solamente una mula que llevaba una caja cargada, sin que alguien estuviera a su cuidado. Se preguntó a los vecinos y nadie dio razón; se puso al animal en dirección a los diversos caminos, pero regresaba a la casa. Ordenó entonces el sr. Cura que descargarán al animal y le dieran agua y pastura, pero con sorpresa de todos, el animal al poco rato desapareció. Esperó el señor cura algún tiempo sin tocar la caja para ver si la reclamaban, más no presentándose nadie, avisó a las autoridades por si era algo comprometedor, como dinamita o algún cadáver. Ante varios testigos se abrió la caja en la que apareció la escultura del Señor del Santo Entierro, aunque algo deteriorado. En el pecho de la imagen venía un papel que decía “Soy el Señor del Santo Entierro. Me vine de Monterrey, porque allá me sacaron en procesión a la calle para que cesara una peste, pero hubo gentes que se burlaron e hicieron profanaciones, por lo que me vine, y me iré también de aquí si hacen lo mismo”

A veces cuando he escuchado estos relatos, me imagino la puerta del curato, si una puerta de madera vieja por donde siempre entran los padres a la casa parroquial, aunque hay otra por la calle Nicolás Campa, creo que esa debió ser la puerta principal y hasta los últimos años la puerta que imagino, pero la veo (en mi imaginación) abierta, con ese gris de decoloro a causa del sol y la mula ahí amarrada, cerca de una de las ventanas, y después adentro, por donde está la virgen de Guadalupe, aunque por los relatos de que la imagen en tiempos de los cristeros allá por 1926 y 1929, tiempo en que se desalojaron las imágenes de los altares y fueron depositadas en casas de particulares para su resguardo durante la afrenta, se dice, que algunos hombres fornidos quisieron sacar la imagen , pero no pudieron hacerlo porque se puso muy pesada y entonces tuvieron que dejarla en el templo que fue ocupado como cuartel, pero la parroquia jamás fue ocupada como cuartel en la época cristera, por lo que debió haber sido en la Santa Casa de Loreto, el otro templo que existe en San José, y se dice que la imagen fue respetada por los soldados, y aquí vuelvo a contarles lo que se decía, que la imagen seguía a uno con la mirada, me imagino el respeto que debió haber provocado en los invasores del templo, si uno de ellos vio mover los ojos, pues creo que eso valió la pena ya que la imagen no fue destruida. Existe un inventario de la Santa Casa en donde aparece la imagen, por lo que mi imaginación debe cambiar y concebir la imagen de las leyendas en el curato de la Santa Casa y no en el del templo principal. La noche llegó, los danzantes no han dejado de girar, cada segundo, cada minuto, cada hora hasta completar el día entero, las campanas vuelven a sonar por el cielo estrellado, mientras el castillo saca suspiros y sonrisas de niños y adultos, la fiesta del Señor del Santo Entierro se suma a la fundación y San José entero festeja, este cinco de febrero estamos de fiesta.


Bibliografía.
Muñúzuri Eduardo. De casas Viejas a Casas Nuevas. 1997
Ferro Herrera Miguel. A Golpe de Cincel. 1995
*Texto de Jesús Zarazúa Rangel, publicado en diversos medios del país.