Fiesta Serrana con Rostros Aztecas de San José Iturbide

Fiesta serrana, letra de Jesús Zarazúa Rangel, escritor de San José Iturbide


Fiesta Serrana
Letra: Jesús Zarazúa Rangel
Cantan: Rostros Aztecas
Jardín Principal de San José Iturbide, Guanajuato. 1 de febrero de 2010



En esta tierra he nacido
es la tierra del sol
aquì han vivido
mis ancestros
sembrando el maìz
comiendo el frìjol
sembrando el maìz
comiendo el frìjol

El Noreste de Guanajuato
aqui tiene su corazon
en Xichù tierra de huapango
y el son
la virgen del Cerro Grande
y sus pinturas son
Chichimecas milenarios
pobladores de hoy
aquì ha crecido mi adoraciòn
aquì ha crecido mi adoraciòn

La mujer aquì borda
el hombre al campo va
es en Tierra Blanca
el sombrero de palma
su cultura florece
y se canta en otomì
su cultura florece
y se canta en otomì

Es como un rìo
que llega a San Josè
agua de rìo
en una taza de cafè
aqui transcurre el tiempo sin sentir
es la fiesta serrana
es la hora de vivir
es la fiesta serrana
es la hora de vivir
de vivir....................

Calaveras No Te La Vas A Acabar

El año pasado como todos los años hicimos tanto los versos para los juicios y testamentos de la quema de judas en San José, pero como en otros años, con las calaveras estuvimos en diversos lugares del país, de nuestro México, y esta vez hicimos música prehispánica, ojalá y les gusten estos dos videos que les dejo en este blog.

Jesús Zarazúa en Vuelta de Hoja de Querétaro

El Fomento Queretano para la Lectura, en su publicación mensual "Vuelta de Hoja" de nueva cuenta publica un texto de Jesús Zarazúa Rangel, en la edición de febrero, en el cual Jesús comparte dos relatos sobre la imagen milagrosa del Señor del Santo Entierro, imagen muy querido en el poblado iturbidense.

En la página 13 viene el texto


esta es la portada de la edición No. 12 fechada en febrero de 2010

La Magia del 5 de Febrero

Jesús Zarazúa Rangel

Parroquia de San José







“Es san José Iturbide
el pueblo que más quiero
mi corazón me exige y pide
volver cada cinco de febrero”.










San José Iturbide fue fundado en 1754 día en que el cura de Xichú de Indios (hoy Victoria), tomó posesión del terreno para el templo, ya que los habitantes de las haciendas cercanas como la de San Diego, el Capulín, San Jerónimo y la de Charcas tenían que ir hasta aquel alejado pueblo ya en la Sierra y que está a diez leguas de distancia, por lo que muchas de las veces tardaban en recibir los sacramentos y algunos morían sin recibir los santos oleos ya que por la distancia no alcanzaba a llegar. Sin duda alguna al igual que muchos de los pueblos de Latinoamérica, San José fue fundado a raíz de un hecho religioso, aunque se cree que no había población alguna que fuera natural del lugar, hay quien dice que fue un asentamiento prehispánico. Desde entonces cada cinco de febrero San José se viste de olores y sabores, de luces y sonidos, de ritos y de vida para festejar aquel acontecimiento que aparentemente es el banderazo de inicio de un pueblo que ha sido olvidado en muchos aspectos y que nos mantienen al margen de la modernidad y que también de repente le han hecho perder la magia que en si mismo encierra, pero que se resiste al olvido y vive.

Llévese ese, échale otro y ese otro, le vamos a dar uno más de regalo –anuncia el merolico a través de su bocina que sujeta a un polín se funde con cien o más bocinas de los otros merolicos que también dicen – llévese ese, ora otro y luego otro, ora seño, no se haga que aquí le consentimos, llévese su cobertor para el frío y de regalo le damos otro y que le parece otro y otro más, no le hace que nos quedemos sin nada que para eso son, para que se los cobijen.
-¿Mamá por qué nos venimos por aquí? –pregunta aturdida por aquel ruido la hija a su madre- no podíamos habernos ido por otro lado, mira, por allá los puestos no tienen bocinas.
-Es que vamos a ver los trastes y las cobijas –apenas si responde aquella mujer de avanzada edad a su hija- fíjate bien para que aprendas, no cualquier traste es de buena calidad, hay unos muy malos, por eso te traje, para que aprendas.

Más adelante está la zona en donde los animales fenómenos son exhibidos, asombran a la gente que entró a verlos, está la gallina con cuernos, la serpiente de tres cabezas. Y por si fuera poco la niña de Chiapas que tan sólo mide quince centímetros y el niño lobo. Su ruido se escucha más claro a lo lejos que ahí, las voces que escapan de las diferentes bocinas han formado un universo de ruidos y de invitaciones. Por el mismo sendero está el cine portátil que para ésta feria ha preparado al “Santo contra las momias de Guanajuato” a “king kong” y con la compra del boleto para cualquier de esas dos películas puede uno quedarse a ver de una de los Almada en acción. Ese cine de color rojo que también aporta su bocina para hacer más alarde y engrandecer el mitote, para que retumbe en el lugar y a lo lejos se sepa que es la feria de San José Iturbide.
-¡Le voy a decir a mi mamá que no quisiste entrar a ver a la víbora de tres cabezas! –reclama un niño a su hermano apenas unos cuantos años mayor.
-Pues dile –es la contestación- yo le digo que nos metimos a ver al película del cine, además estuvo mejor porque esos animales ni son de verdad –especula ése niño- son de plástico.
-¡No es cierto, si son de verdad y no quisiste que entráramos a verlos! –continúa llorando mientras su hermano le da unos jalones para que camine entre la multitud, el polvo y los cables tendidos por todo el suelo.

Como olvidar aquellas ferias de cuando era niño, aquellas noches en que salía a la banqueta y miraba para ver a la rueda de la fortuna que ya tenía sus focos prendidos y que en ella había unas bocinas que mandaban saludos y que el hombre que era el locutor estaba en una cabina de madera color verde a un lado. La gente iba y se ilusionaba con darse una vuelta en esa rueda gigante, ir acompañado del novio, de la novia, del hermano o de quién se atreviera a treparse a aquel aparato de diversión pero que también causaba miedo a otros, no a todos, pero si a algunos.

Frente a la parroquia las danzas que desde que yo recuerdo aquí en San José siempre les hemos llamado “los apaches” ha de ser por su vestimenta con fierritos colgando y que hacen ruido que se junta al sonido de la tambora y a los acordes de un violín que también acompaña y forman música para que dancen, para que los diablillos diviertan y hagan travesuras, aunque a veces han hecho llorar a alguien.
-¡Ay, ay, ay ¡–grita un niño mientras llora- ¡ay papá, ahí viene el diablillo!
-No te hace nada, además viene con los apaches.
-¡Papá! –grita aquel infante y se abraza fuerte a los pies de su progenitor mientras el llanto va en aumento.
-No pasa nada –trata de consolar el padre a su hijo y se aleja de aquel circulo en donde unos danzan al sonido del tambor con machetes en la mano, una bandera al frente y las caras pintadas, un penacho que parece significa jerarquía.

La gente va y viene, unos de pie alrededor del jardín, otros sentados, algunos en el pasto comiendo carnitas y es que es el único día del año que le permiten a uno pisar el pasto. Compre el llavero con su foto-dice uno. Llevé el granito de arroz con su nombre grabado -menciona otro. El globo para el niño –menciona el globero que le muestra el globo al niño y casi se lo acomoda para que juegue con el, mientras la madre voltea molesta y dice que no quiera nada.
-Joven –dice un hombre mostrando un llavero con foto a un muchacho que abraza a su novia mientras caminan por el jardín- le tomamos la foto con su novia y se la colocamos en el llavero.
-¿Tú quieres amor? –pregunta melosamente a su compañera, ella asiente con la cabeza y se colocan delante de una cortina color guinda en la que hay un letrero con letras de colores que dice “su foto en un llavero” y hay muchos llaveros ahí colgados.
-Levanten más la cabeza –dice el hombre que ahora trae la cámara en la mano y les hace señas- pero abrácense y sonrían sino va a parecer que no se quieren, dice y sonríe mientras la pareja se junta y se arrepegan.

Un olor a fiesta ha invadido no sólo la zona en donde se encuentran los juegos mecánicos, sino que está esparcido por el jardín y las calles, hoy amaneció con el viento más fuerte que de costumbre, el aire lleva más que polvo, lleva en él: gritos, voces, miradas, anhelos, recuerdos pero sobre todo lleva magia, es cinco de febrero y las mamás les han puesto a sus hijos el estreno, el pantalón nuevo, la blusa y el suéter. Los papás por su parte están ansiosos de llevar al niño a los caballitos o al trenecito o a los chocones, pero no todos pueden hacer eso, otros se conformaran con escuchar la música de viento que está tocando en la puerta de la iglesia o ver a las danzas que bailan en el atrio parroquial.

El humo que vuela hace que el olor a fritanga llegue más allá y se disperse entre cientos y miles de narices que saborean y buscan lo que causa ese aroma para tocarlo y llevarlo hasta su paladar.
-¡Vamos a la carpa a tomar una cerveza –anuncia un muchacho a sus demás amigos- dicen que canta una muchacha de minifalda negra y blusa escotada, vamos que tal si hoy por ser el mero día de la fiesta enseña más. Sus acompañantes responden al unísono “vamos” y se dirigen a la carpa donde un sonido mal ecualizado ya anuncia la cantinela de “y dice la siguiente rola para nuestro amigo aquí presente… y salud, disfruten de sus cervezas bien heladas…”

A la una de la tarde el templo majestuoso de cantera estuvo repleto de fieles, el señor obispo celebró la misa, los niños que fueron confirmados se vieron interrumpidos al ser ungidos con el santo crisma que se les untó en el pecho y en la frente sin que ellos lo pidieran y ante su llanto, una sonrisa de sus padres de ver que sus chiquillos ya no tienen un solo cuerno. Las campanas repicaron tanto que el templo de más de cien años de construcción se vio insuficiente para acaparar a tanta gente que acudió al llamado de la fe, luego de la misa, la gente salió al jardín y se mezcló con el tumulto que no daba lugar a pasar por ahí, a la congestión de personas a el universo mágico de la fiesta.
Pero también el gobierno celebra el día, es la fundación, la fiesta más grande y la que han utilizado como pretexto para hacer negocio, traer espectáculos chafas y a alto costo o simplemente la excusa en la que se han escudado para apoderarse de algún dinero que le pertenece al pueblo. Pero el gentío ese día no se fija en eso, vive la fiesta y se deja atrapar por la magia de seguir siendo un pueblo con tradición.
-¡Mamá, mamá! –exclama un niño- compra de ese pan que huele tan rico.
-No hijo, vamos a llevarte a los caballitos.
-Yo quiero subirme a los que suben y bajan, esos son los meros buenos, pero mamá –reincide el niño en su idea- cómprame un pan de esos que están haciendo.
-Compraremos un dulce de coco –responde la madre- también uno de membrillo y cajeta.

Por la tarde la gente salió al jardín, dio vueltas hasta que entró la noche y comenzó a quemarse el castillo y las campanas sonaron anunciando el fin de la fiesta. Luego quedó la basura vestigio fiacente de la vida de un pueblo que palpita, sueña y siente, de un pueblo dejado al abandono en educación y que a consecuencia de ello tienen que partir los jóvenes a Querétaro y algunos ya no vuelven y es que los gobernantes han vivido con la idea de que la gente de aquí nació para trabajar en fábrica o para ser mojados y pese a las oportunidades de obtener una universidad se han hecho de la vista gorda y la cambian por una fábrica o por un table dance. De pronto los cuetes anuncian que ya es de noche, las luces se han encendido y la gente camina con mayor rapidez, hay una angustia de saber que el día pronto terminará y que habrá que volver esperar un año para que vuelva éste día, éste momento.
El rumor de los habitantes de aquí aún se siente en el aire que arrebata a los árboles con coraje como el que siente la gente de ver que han invadido al pueblo fábricas y modernidad que automatizan y matan, que envuelven en olvido a consecuencia de que los que han tomado el poder quieren ver a San José no como un pueblo pulsante, sino como un ranchote al que le pueden extraer las entrañas sin que nadie haga ni diga nada, pero todo eso se olvidó 24 horas en las que San José revivió aquel momento en que alguien por primera vez pensó en fundar una parroquia la cual estaría llena de vida y que ahora 256 años después sigue irrigando la sangre en la memoria, la fe en Dios y sobre todo la magia de ser pueblo, de tener pasado e identidad (aunque muchos no lo quieran ver así), es el momento en que se pausa el tiempo y la convivencia resurge, el pueblo siente el latir de su corazón y la gente vive la magia del cinco de febrero, día de la fundación de San José Iturbide, Guanajuato. .