La calle oscura
Jesús Zarazúa Rangel
Camino silente por las sombras ausentes. Mi ánfora está repleta de inquietudes (desesperaciones quizás), sin embargo, no he apresurado el paso, lo mantengo como calles atrás, pretendo no titiretiar pero un pequeño temblor llega a mi pecho.
¿La luz se ha extinto ó sólo se ausentó un momento? La incertidumbre se apodera de mis pies; doy pasos precavidos, sin embargo no veo en dónde los coloco, parece suelo firme, pero se bien que en las banquetas suele haber mierda de perro ¿ya mis suelas estarán llenas de ella? Mi caminar se ha vuelto titubeante, inseguro, incómodo, tal vez temeroso.
Una, dos, tres… calles oscuras
Una, dos, tres… lámparas apagadas
Una, dos, tres, cuatro… razones por las que hay que tener miedo.
Una, dos…, cuatro, cinco… preguntas que llegan a mi mente
¿A quién miras cuando me miras?
¿A alguien miras cuando me miras?
¿A quién miras cuando en mi te miras?
¿Qué miramos cuando nos miramos?
¿En la oscuridad de la calle se podrá mirar algo? Ni siquiera veo mi sombra. Mis vértigos acuden al lugar en el instante preciso en que menos los necesito. Mis tal vez comienzan a empujar a los quizás que se encuentran desprotegidos, olvidados por la razón y eso que apenas he dado diez pasos y la calle parece no tener final. Bueno, desde aquí, el fin es aquel foco opaco que da una luz sorda y débil a quién sabe qué cosa (no alcanzo a distinguir). Pero que desde aquí simula ser la cúspide de mi vida, lo alto de la calle, la meta que en este segundo me he propuesto alcanzar.
Hay voces invisibles pero audibles, son rostros huecos de resistencia; debilitados por la ilusión del mañana. Vencidos por la idea del ayer. Dos pasos más, me detengo, doblo las rodillas, me acomodo en el suelo sucio en el que miles de gentes han dejado sus huellas, pero de ellas nada queda, menos en esta oscuridad. Tiento mis suelas y nada, sólo el polvo, polvo del camino, polvo de la vida, del amor, de la soledad, polvos de las risas. Todos extraídos de algún recoveco de la tierra del recuerdo. Alguien más lo pudo haber traído en sus suelas. A mi me toca llevármelo a otro lugar, luego dará vuelta y comenzará el ciclo del polvo.
En mis lapsos oníricos he deseado la brillantez, la luz, pero he sido testigo de cómo se carcome al vuelo de las mariposas. Me he levantado a tientas, mis manos se apoyaron en el suelo (como todo acto de sobrevivencia). Ahora no sé hacia qué dirección ha quedado mi frente. ¿Al norte ó al sur, al oriente ó al poniente? Eso ya no importa y continúo simplemente para adelante. Sólo soy un andante nocturno. Entre mis pasos renacen algunas cavilaciones; tanta vida a la luz del sol, y a las tinieblas sólo sé que soy yo, porque a los demás no los distingo. ¡Voy solo!
Siempre he estado sentado en el umbral, con la espera olvidada sobre el dintel de la nada. Hoy mi mochila la llené con las canicas que usé en la infancia, no se por qué calle voy. No conozco el destino. Ni siquiera puedo imaginar el final. ¿Se me habrá olvidado algo? ¿Un quinqué? ¿Una vela? Ó, ¿Simplemente mis ojos? La oscuridad es un simulacro del infierno.
Este viento árido hace que te adivine en lo oscuro y que te imagine en la luz. He recorrido cuatro metros apenas, no se si he retrocedido o avanzado, pero llevo cuatro metros más. Sigo tambaleante, en busca de algo. Ya no se de qué, pero he comprendido que la calle está oscura. ¡Está en ruinas! Es un pasadizo al crepúsculo. La noche la ha invadido. De día parece imposible imaginar el murmullo de los muertos, en este instante siento que pasan en los gatos que corren al oír mis tropezones.
¿El destino tendrá forma?
¿La calle tendrá destino? ¿Siempre estará oscura? ¿Será recta siempre?
¿En qué cuelga mi suerte? ¿Cuál es la calle de mi suerte?
Sigo silente, incontenible. Me abrazo al recuerdo pero me desatan las dudas, voy fugaz…pero muy despacio…
Miren nada más como sus miradas al mirarse misteriosas, sonrientes, crispadas y aparentemente frescas van desvaneciéndose, quebrándose y se incendian en cada paso caminado sobre la calle que tal parece no los deja escapar de si mismos y que a cada metro recorrido se hace más oscura, la calle oscura, la calle oscura del alma, la calle oscura del corazón, la calle oscura de la tristeza, la calle oscura de la realidad, la calle oscura de la pobreza, la calle oscura, la calle oscura, la calle, oscura, oscura, la calle. La calle oscura.
Jesús Zarazúa Rangel
Camino silente por las sombras ausentes. Mi ánfora está repleta de inquietudes (desesperaciones quizás), sin embargo, no he apresurado el paso, lo mantengo como calles atrás, pretendo no titiretiar pero un pequeño temblor llega a mi pecho.
¿La luz se ha extinto ó sólo se ausentó un momento? La incertidumbre se apodera de mis pies; doy pasos precavidos, sin embargo no veo en dónde los coloco, parece suelo firme, pero se bien que en las banquetas suele haber mierda de perro ¿ya mis suelas estarán llenas de ella? Mi caminar se ha vuelto titubeante, inseguro, incómodo, tal vez temeroso.
Una, dos, tres… calles oscuras
Una, dos, tres… lámparas apagadas
Una, dos, tres, cuatro… razones por las que hay que tener miedo.
Una, dos…, cuatro, cinco… preguntas que llegan a mi mente
¿A quién miras cuando me miras?
¿A alguien miras cuando me miras?
¿A quién miras cuando en mi te miras?
¿Qué miramos cuando nos miramos?
¿En la oscuridad de la calle se podrá mirar algo? Ni siquiera veo mi sombra. Mis vértigos acuden al lugar en el instante preciso en que menos los necesito. Mis tal vez comienzan a empujar a los quizás que se encuentran desprotegidos, olvidados por la razón y eso que apenas he dado diez pasos y la calle parece no tener final. Bueno, desde aquí, el fin es aquel foco opaco que da una luz sorda y débil a quién sabe qué cosa (no alcanzo a distinguir). Pero que desde aquí simula ser la cúspide de mi vida, lo alto de la calle, la meta que en este segundo me he propuesto alcanzar.
Hay voces invisibles pero audibles, son rostros huecos de resistencia; debilitados por la ilusión del mañana. Vencidos por la idea del ayer. Dos pasos más, me detengo, doblo las rodillas, me acomodo en el suelo sucio en el que miles de gentes han dejado sus huellas, pero de ellas nada queda, menos en esta oscuridad. Tiento mis suelas y nada, sólo el polvo, polvo del camino, polvo de la vida, del amor, de la soledad, polvos de las risas. Todos extraídos de algún recoveco de la tierra del recuerdo. Alguien más lo pudo haber traído en sus suelas. A mi me toca llevármelo a otro lugar, luego dará vuelta y comenzará el ciclo del polvo.
En mis lapsos oníricos he deseado la brillantez, la luz, pero he sido testigo de cómo se carcome al vuelo de las mariposas. Me he levantado a tientas, mis manos se apoyaron en el suelo (como todo acto de sobrevivencia). Ahora no sé hacia qué dirección ha quedado mi frente. ¿Al norte ó al sur, al oriente ó al poniente? Eso ya no importa y continúo simplemente para adelante. Sólo soy un andante nocturno. Entre mis pasos renacen algunas cavilaciones; tanta vida a la luz del sol, y a las tinieblas sólo sé que soy yo, porque a los demás no los distingo. ¡Voy solo!
Siempre he estado sentado en el umbral, con la espera olvidada sobre el dintel de la nada. Hoy mi mochila la llené con las canicas que usé en la infancia, no se por qué calle voy. No conozco el destino. Ni siquiera puedo imaginar el final. ¿Se me habrá olvidado algo? ¿Un quinqué? ¿Una vela? Ó, ¿Simplemente mis ojos? La oscuridad es un simulacro del infierno.
Este viento árido hace que te adivine en lo oscuro y que te imagine en la luz. He recorrido cuatro metros apenas, no se si he retrocedido o avanzado, pero llevo cuatro metros más. Sigo tambaleante, en busca de algo. Ya no se de qué, pero he comprendido que la calle está oscura. ¡Está en ruinas! Es un pasadizo al crepúsculo. La noche la ha invadido. De día parece imposible imaginar el murmullo de los muertos, en este instante siento que pasan en los gatos que corren al oír mis tropezones.
¿El destino tendrá forma?
¿La calle tendrá destino? ¿Siempre estará oscura? ¿Será recta siempre?
¿En qué cuelga mi suerte? ¿Cuál es la calle de mi suerte?
Sigo silente, incontenible. Me abrazo al recuerdo pero me desatan las dudas, voy fugaz…pero muy despacio…
Miren nada más como sus miradas al mirarse misteriosas, sonrientes, crispadas y aparentemente frescas van desvaneciéndose, quebrándose y se incendian en cada paso caminado sobre la calle que tal parece no los deja escapar de si mismos y que a cada metro recorrido se hace más oscura, la calle oscura, la calle oscura del alma, la calle oscura del corazón, la calle oscura de la tristeza, la calle oscura de la realidad, la calle oscura de la pobreza, la calle oscura, la calle oscura, la calle, oscura, oscura, la calle. La calle oscura.